martes, 8 de marzo de 2016

El coche de mi padre

Tenía que llegar el momento, tarde o temprano, en el que tuviera que desprenderme del coche de mi padre.
Le fallan los circuitos de refrigeración. Hay que cambiar las ruedas. Los frenos tampoco están bien. En la lista que me presentó mi marido hace unos días había otros problemas que no pude retener. Pero no sonaban nada bien, en cualquier caso.
Ocupa un espacio extraño el coche de mi padre, con su matrícula bisbiseante, mudó de hábitat como un pájaro extraviado en el camino al sur.
Es un coche gris plateado del año 2000. Ya ha tenido una vida útil. Hace mucho que no recuerdo a mi padre conduciéndolo, aunque lo condujo durante años y en él me llevó como hija a muchos lugares, a vacaciones con el resto de la familia, a mí sola a algún sitio en el que había quedado con el entonces novio u otra cita lejos de nuestra casa. Cuando le pedía el favor de llevarme él se quejaba, aunque siempre acababa accediendo.
Pero ya sólo me puedo recordar a mí conduciéndolo. Rascando la escarcha las madrugadas de hielo. El olor de mi perro y los orines y vómitos ocasionales de mi hija han quedado impregnados en su tapicería.
Ya no huele a tabaco. En el cenicero, donde en su día ardieron las cenizas de sus cigarros, sólo hay facturas de gasolina y tickets de la zona azul.
Todavía hay arañazos que no sé dónde se produjeron. Yo he sumado algún otro, aunque no demasiados.
No merece la pena arreglarlo. Es un coche viejo. Podremos vivir sin él. Nos apañaremos. Tendré que coger más veces el autobús. O ir andando o en bici. Perderemos alguna comodidad y algo de tiempo. Pero nos acabaremos acostumbrando.
Cuando conduzco, escuchando la radio CD que añadí una vez que mi padre enfermó y el coche pasó a mis manos, acaricio el cuero del volante, que ya tiene mis huellas sobrepuestas a las suyas, tal y como en mi cuerpo sigue él existiendo, su adeene enhebrado en mis células. Lo acaricio y creía que no me iba a dar pena llevarlo al desguace. Lo llevará mi marido, yo no me ocupo de esas cosas.
Luego lo desmontarán, lo achatarrarán, desaparecerá y todos tendremos que seguir nuestra vida en su ausencia.